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Obama impulsa el proyecto de un mapa del cerebro

“El cerebro es más simple de lo que creemos”.

Allá por 1986, a un estudiante de sexto curso de Medicina en la Autónoma de Madrid, de nombre Rafael Yuste, le tocó pasar por el departamento de psiquiatría.

 

En esa rotación pedagógica le asignaron entrevistar a esquizofrénicos paranoicos. Al aspirante a galeno, aquellos pacientes le recordaron a Sherlock Homes, por su enorme capacidad deductiva.

“Son la gente más inteligente que he conocido”, sostiene. “Nada más entrar en la habitación, por el aspecto, me decían de qué barrio era y que irían a por mí”, añade. Los encuentros los hacía con guardaespaldas.

Esa experiencia cambió su destino. Decidió que lo suyo era la investigación neurobiológica.

“Me di cuenta que en esa gente hay algo un poco equivocado en la manera de pensar y que si lo pudiéramos arreglar, si pudiéramos entender qué es lo que pasa en el cerebro, lo podríamos corregir”.

Han pasado 27 años. Tras mucho esfuerzo y trabajo, de siete a siete cada día, incluidos cuantiosos fines de semana, ha logrado que su apellido dé nombre a su laboratorio, el Yustelab, en la Universidad Columbia de Nueva York. Comparte estancia, de ventanales al río Hudson, en un edificio diseñado por Rafael Moneo, con otros 16 investigadores, bajo su mando y su sabiduría.

 

En su mesa, una pantalla grande de ordenador y una imitación del cerebro de color rojo, que en ocasiones mueve entre sus manos para ilustrar sus explicaciones. “Para que tengas una idea -señala a unas manchas blancas en la pantalla- , eso son neuronas de ratones vivos. Hacemos películas (previa disección con anestesia) de la actividad neuronal del tramo del cerebro que tiene que ver con la visión. Es la parte de atrás (lo indica en su maqueta del órgano pensante), igual que en los humanos. Ahí están los circuitos que analizan la visión”.

A su vez, prosigue, al roedor lo estimulan mientras observan la actividad de sus neuronas. ¿Qué cómo lo estimulan? “Le ponemos documentales de naturaleza de la BBC, escenas lo más parecido posible a lo que vería en su vida”.

No hace ni 48 horas que este científico, madrileño del barrio de Argüelles, visitó la Casa Blanca -el pasado martes- por quinta vez en poco más de un año.

 

Fue uno de los invitados en la puesta de largo que hizo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, del proyecto Iniciativa Brain (cerebro en inglés).

El objetivo que se ha marcado Obama es que en una década -Yuste apunta a década y media- se consiga hacer un mapa del cerebro equivalente al logrado con el genoma humano entre 1990 y el 2003.

Los responsables científicos del gobierno federal consideran que esta investigación -para cuyo lanzamiento el presidente ha pedido 100 millones de dólares al Congreso- facilitará el tratamiento, prevención y cura de enfermedades como el alzheimer, el parkinson, la epilepsia o las lesiones cerebrales traumáticas. Y Yuste juega en papel esencial en el planteamiento de esta apuesta.

 

Todo empezó en el 2011, en una reunión que 50 expertos en neurobiología y física mantuvieron en una mansión a las afuera de Londres. “Propuse hacer estos mapeos -apunta de nuevo a las manchas blancas de la pantalla- pero a lo grande, de la actividad completa del circuito”. En estos momentos analizan 100 millones de neuronas, -y no en tres dimensiones, como aspira- cuando el ratón tiene 11 millones.

 

“Al principio recibí críticas”, remarca. Pero George Church, genetista molecular en Harvard y pionero del genoma, se puso de su lado. A cada objeción respondía con un “es lo mismo que nos dijeron entonces a nosotros”.

De ahí salió un borrador, que enviaron a la Casa Blanca. Lo acogieron con entusiasmo. Ha habido más textos, los apoyos se han multiplicado y la idea se ha extendido entre la comunidad científica.

Ya no ven como una quimera la propuesta de desarrollar herramientas para indagar en los 100.000 millones de neuronas del cerebro humano y el trillón de conexiones entre ellas.

Obama comentó que si se conquistó la Luna, por qué no “este misterio enorme”, a pesar de que lo definió como el órgano más complicado del universo.

 

“Creo que el cerebro es más simple de lo que pensamos”, replica Yuste. Sustenta su “intuición” en los “mecanismos de la naturaleza”: no puede ser “complicadísimo” cuando el cerebro se desarrolla “muy rápido y funciona de inmediato”. Su otra intuición hacia la simplicidad es lo que llama “democracia neuronal”.

Es decir, que el proceso resultaría menos conflictivo por cuanto las relaciones de las neuronas funcionaría a partir de una voluntad mayoritaria entre ellas.

 

“¿Miedo?, el saber nos hace libres”, responde al plantearle los reparos frente a una iniciativa que podría permitir abrir la senda del control de la mente.

“Tenemos que ayudar a los enfermos. Lo que queremos es entender el sistema por razones médicas, la única manera de curar es conocer el cerebro. Pero es cierto que estas técnicas se pueden utilizar para leer lo que piensa la gente”.

Y matiza: “Somos científicos y también somos ciudadanos responsables. En nuestros escritos proponemos que estas técnicas estén controladas y reguladas por comités éticos y legales”.

 

Del Ramiro de Maeztu a la Casa Blanca

Su experiencia la resume así: “estudié en el Ramiro de Maeztu, fui a la Universidad Autónoma de Madrid y me vine a Nueva York”. Rafael Yuste nació en 1963 en el seno de una familia que, por parte de los abuelos paternos, procedía de La Rioja, carlistas y del bando franquista. Por la rama materna, su abuelo, republicano, huyó de la cárcel poco antes de que lo ejecutaran. Su madre nació en Tánger, en el exilio. “Me llamó Rafael por mi abuelo materno”, dice orgulloso. Se casó con una judía neoyorquina de Queens (tienen dos hijas, de 15 y 10 años), pero habla español y viaja allá más que yo”, afirma. Ella trabaja en la recuperación de la memoria histórica española, abriendo tumbas de desaparecidos.

 

Francesc Peirón

Fuente: La Vanguardia